Solo conocemos la punta del iceberg y, sin
embargo, es suficiente para explicar lo ocurrido en los medios de comunicación
durante los últimos años. A muchos lectores y espectadores les podía sorprender
la fidelidad inquebrantable al Partido Popular que exhibían no pocos
periódicos, locutores de radio o tertulianos. Escuchar al director de La Razón
o al de ABC defender a Rajoy contra viento y marea, sin esbozar ni la más
mínima crítica. Comprobar que estos diarios y determinadas radios y
televisiones ocultaban a sus lectores/oyentes/espectadores los casos de
corrupción que salpicaban a decenas de dirigentes populares. Ver a numerosos
tertulianos batirse el cobre como si les fuera la vida para justificar los
errores, los recortes y los robos que ejecutaban las instituciones dirigidas
por el PP. Ver a esos mismos personajes convertirse en voceros de campañas
destinadas a satanizar y despedazar a rivales políticos como Manuela Carmena,
Pedro Sánchez o Pablo Iglesias
La mayoría pensaba y aún hoy piensa que se
comportan así porque son hooligans del liberalismo, del capitalismo, de la
derecha… No es así señoras y señores; no es cuestión de principios… es
cuestión de pasta.
Quienes somos perros viejos en este oficio sí
sabíamos que detrás de ese servilismo había algo más… pero nos quedábamos muy
cortos. Pensábamos que la fidelidad respondía a la lluvia de dinero en
publicidad institucional que les llegaba a estos medios desde el Gobierno
central, Comunidades Autónomas y Ayuntamientos. Sabíamos también que esos
“periodistas” falderos, al cumplir las órdenes que les llegaban desde Génova,
se aseguraban cuantiosos contratos para ellos y/o sus productoras en
televisiones públicas como Telemadrid, TVE o Canal Nou (antes de que terminaran
de saquearla y cerraran la cadena). Sabíamos de estas y otras corruptelas pero
no imaginábamos que la dimensión de la trama era más amplia y más terrible.
Corrupción periodística
Lejos de casi todos los focos mediáticos, las
investigaciones policiales y judiciales han ido desvelando la cruda realidad.
Periodistas y medios de comunicación han recibido dinero de las numerosas cajas
B que tenía ocultas el Partido Popular y que alimentaba con las comisiones
ilegales que percibía de constructoras y grandes empresas a cambio de la
adjudicación de obra y servicios públicos.
Los datos han ido apareciendo poco a poco, casi
siempre ocultos por los grandes medios de comunicación que han seguido la
perversa doctrina de que “perro no come perro”. Había que bucear en los
sumarios de la Gürtel o de la Púnica para ir encontrando nombres y apellidos de
conocidos comunicadores, diarios digitales, televisiones, radios… Pagos
directos en efectivo a conocidos periodistas, regalos de todo tipo y
hasta inyecciones de 400.000 euros para salvar de la quiebra a medios afines como la Libertad Digital de Federico Jiménez Losantos.
Lo que hemos conocido en estos últimos días nos
confirma que la compra de periodistas era una parte más del negocio. El
funcionamiento corrupto del PP pasaba y pasa por amarrar el silencio y el
aplauso de los medios de comunicación. Una investigación judicial ha revelado que la Fundación Arpegio de la Comunidad de Madrid, controlada por Esperanza
Aguirre y Francisco Granados, desvió fondos para agradecer determinados
servicios prestados al partido. El
Grupo Intereconomía recibió 247.165 euros, la Cadena COPE 177.510, La Razón
33.332, ABC 21.672 y el semanario Época 12.001.
Sería de ingenuos pensar que los detalles que
conocemos hasta ahora constituyen la totalidad de la trama. Ni la policía ni
los jueces han decidido investigar a estos beneficiarios de la corrupción. Lo
que se sabe es fruto de la casualidad… un dato no borrado a tiempo del
ordenador, una conversación indiscreta en un teléfono pinchado… unos papeles
que se descubren al cambiar de dueños la administración en cuestión… Ayer mismo
se desvelaba que María Dolores de Cospedal, mientras fue presidenta de Castilla
La Mancha, también había utilizado una fundación pública para saltarse los controles y poder inyectar dinero de todos los castellano manchegos en medios afines. No son casos aislados, no son “dos ranas” como diría Esperanza Aguirre;
es una gigantesca trama corrupta que ha extendido sus tentáculos por toda la
sociedad.
Es imprescindible que se investigue la
implicación de periodistas y medios de comunicación. Es obvio que si hubiera
aparecido el nombre de un juez como beneficiario de pagos irregulares, la
oposición y la opinión pública clamaría para que se depuraran sus
responsabilidades. ¿Por qué no ocurre lo mismo cuando se trata de un
periodista? Las consecuencias de uno y otro comportamiento son igualmente
graves. El juez corrupto dicta sentencias falsas, exculpando a delincuentes o
ensuciando la imagen de ciudadanos inocentes; el periodista corrupto engaña a
la sociedad presentando como santos a los ladrones de guante blanco que le pagan
y atacando inmisericordemente a las personas que, con su honradez y
determinación, ponen en riesgo el fértil chiringuito. No hay diferencias entre
jueces prevaricadores y periodistas mentirosos; el peso de la ley debería caer
sobre ellos con la misma fuerza.
No nos engañemos, para acabar con esta negra
etapa de corrupción la regeneración política debe ir acompañada por una
depuración de responsabilidades entre empresarios, jueces, policías y
periodistas corruptos. Mientras llega ese momento, por la parte que nos toca a
quienes seguimos creyendo en el Periodismo con mayúsculas, mirémosles de forma
diferente cuando nos dan lecciones de moral desde televisiones, radios y
periódicos. Analicemos sus intervenciones sabiendo que no les inspiran los
principios ni la ideología ni el mismísimo Dios; lo único que les empuja a la
vehemencia, con la que defienden o insultan, es su adicción a incrementar el
número de ceros de su cuenta corriente.