La tan cacareada Transición se puede resumir en una frase:
las víctimas perdonaron a sus verdugos y, a cambio, estos toleraron que llegara
la democracia. Las víctimas renunciaron a juzgar al stablishment de la
dictadura y aceptaron pasar página. A cambio de ello, los verdugos dejarían de
reprimir, torturar y de asesinar.
Es rotundamente falso que las dos partes cedieran por igual.
Las víctimas tragaron con todo, incluso con un Rey impuesto por el dictador,
mientras que los verdugos sólo se dedicaron a devolver parte de lo que habían
robado. Y esta realidad, obviamente con matices y evoluciones, ha marcado el
ritmo político durante estas décadas de democracia.
Si a alguien le parece exagerado este planteamiento, le pido
que responda a una pregunta: ¿En qué ha cedido la derecha española durante
estos años? Toleró la legalización de los partidos de izquierda, de los
sindicatos, permitió que las distintas regiones de España recuperaran su lengua
y su cultura, fue abriendo la mano sobre la discriminación de la mujer, fue
permitiendo legislar sobre derechos fundamentales de las personas… En
definitiva: lo único que hizo es devolver, poco a poco, lo que había robado por
la fuerza: la libertad individual.
Y mientras lo hacía, la izquierda actuaba acomplejada,
pidiendo casi perdón por cualquier avance que realizaba en materia de derechos
y libertades. Volvamos a las preguntas simples, que suelen ser las más eficaces,
para demostrar si tenemos o no razón: ¿qué ha indignado a la derecha en estos
35 años? La ley del divorcio primero, la ley del aborto, la ley que permitió el
matrimonio entre personas del mismo sexo, la ley de igualdad, determinados
avances en la descentralización del poder… En definitiva: leyes que otorgaban
derechos a las personas que querían ejercerlos.
En estas décadas, la izquierda se ha conformado con que la
derecha le permitiera devolver a la gente parte de lo que era suyo; renunciando
a terminar con los privilegios de la derecha por muy injustos que fueran. Por no
atreverse, no se atrevió ni a impedir que siguiera habiendo en este país calles
y plazas dedicadas a dictadores, fascistas y divisiones azules.
Pese a este desigual
pacto, la derecha ha decidido escudarse en la peor crisis económica de nuestra
historia para conquistar más terreno. Yo diría que todo el terreno. Sin
complejos están dinamitando nuestros servicios públicos. Y digo ‘nuestros’
porque ellos ni los usan ni creen en ellos. Ellos ya tenían sus clínicas y
colegios privados que, de una manera u otra, también acababan recibiendo dinero
público. Pero ya no se conforman con eso, ahora nos quieren privar de nuestra
sanidad y nuestra educación.
Pese a este desigual pacto, la derecha ha decidido volver a
quitarnos derechos que son nuestros. Recortes en la ley del aborto, eliminación
de la justicia gratuita, ocupación política de los medios de comunicación
públicos… son sólo algunos ejemplos de lo que están haciendo.
Pese a este desigual pacto, la derecha nos está
criminalizando a todos. Los movimientos sociales críticos son terroristas, los
maestros adoctrinan a sus alumnos, los médicos trabajan poco, los sindicatos deberían
desaparecer…
Pese a este desigual pacto, han decidido aniquilar todo en
lo que creemos.
Ante esta situación, sólo debería haber una respuesta. Ha
llegado el momento de romper la baraja y decir que se acabó el juego. El
partido que lo haga tendrá mi voto en las próximas elecciones. No quiero más
medias tintas, no quiero programas ‘buenistas’ ni pactistas. Quiero un proyecto
sin complejos que, entre otras muchas cosas, rompa algunos tabús:
-
Apuesta real por lo público. El dinero de todos
sólo debe destinarse a sufragar servicios públicos.
o
Eliminación de la educación concertada
o
Suspensión definitiva de los convenios con la
sanidad privada
o
Ni un euro para instituciones u organizaciones
religiosas (sean de la religión que sea)
-
Derechos y libertades sin ‘peros’
o
Aborto libre y gratuito, sin excusas ni
vergonzosos supuestos
o
Ley de la Memoria Histórica real. Reparación de
las víctimas del franquismo. Eliminación de las calles y monumentos dedicadas a
militares, políticos y sacerdotes vinculados con la dictadura.
o
Derogación de la Monarquía y proclamación de la
República
-
Política económica pensando en la gente y no en
los mercados
o
Impuestos elevados, progresivos y solidarios
o
Lucha contra la corrupción y el fraude fiscal
o
Nacionalización, si es necesario, de empresas y
bancos que basan su negocio en la especulación y no en la generación de riqueza
o
Derogación de la reforma laboral y reparación de
todos los derechos de los trabajadores
o
Autonomía respecto a la Unión Europea o, si no fuera
posible, salida del Euro y construcción de un nuevo modelo económico basado en
la autonomía financiera.
Y, que no nos engañen más, no se trata de planteamientos radicales.
Los radicales y los intolerantes son ellos porque: yo no quiero obligar a nadie
a casarse si no lo desea; ellos tratan de impedir que determinadas parejas
puedan hacerlo. Yo no obligaría a nadie a abortar, ellos quieren forzar a las
mujeres a tener hijos que no desean. Yo no quiero impedir a nadie que rece
cuando le apetezca, ellos quieren obligar a los niños a hacerlo. Yo no quiero
impedir que alguien vaya a una clínica/escuela privada si puede y quiere
pagarlo; ellos buscan la desaparición de los hospitales y los colegios
públicos.
No. No me he convertido en un radical de la noche a la
mañana. Simplemente me he cansado de darle las gracias a los ladrones por
devolverme parte de lo que me robaron. Simplemente, me he cansado de darle las
gracias a los verdugos por dejarme vivir.